viernes, 12 de marzo de 2010

EL MOHMEMONTESINISMO A LA LUZ

La dictadura mediática, el neomontesinismo

Por Víctor Robles Sosa
Estoy lejos, políticamente hablando, de mi colega periodista Humberto “Beto” Ortíz. Tampoco soy su amigo, apenas tuve algún contacto fugaz con él cuando ambos trabajamos juntos en Caretas, a comienzos 1990. Pero nada de esto me impide expresarle mi solidaridad pública por el atropello del que ha sido víctima hace poco.

Lo echaron del trabajo por ser leal con su profesión y por cuestionar el statu quo político antipopular e injusto que impera en el Perú (81% de los peruanos lo rechaza: Encuesta Nacional Ipsos Apoyo).

Aquello de que fue despedido del Canal 2 por contravenir la “línea editorial” de la empresa es un eufemismo estúpido. Lo botaron porque se atrevió a difundir en su programa la denuncia de corrupción que hizo el abogado Jorge Castro Castro contra el ex presidente Alejandro Toledo y el grupo mediático toledista El Comercio-La República sobre la forma presuntamente ilegal en que éste último se apropió del Canal 4.

Lo despidieron porque hizo público un hecho conocido en los círculos periodísticos que nadie quiso comentar hasta ahora: Muchos periodistas “políticamente correctos” que hoy suelen denostar a los Crousillat y elogiar al statu quo, trabajaron para aquel cobrando muy buenos sueldos y guardándole lealtad.

Estamos ante un caso flagrante de violación de la libertad de expresión y de la libertad de prensa, ante un caso típico de imposición de la mordaza y de parametraje, como en los tiempos de la última dictadura militar del general Francisco Morales-Bermudes.

La denuncia de una escandalosa injerencia del ex presidente Toledo en la turbia transferencia del Canal 4 al grupo Comercio-La República es un hecho de interés nacional, los ciudadanos tienen derecho de ser informados sobre el contenido de esa grave acusación, por eso Beto Ortiz decidió informar.

El "statu quo" lo obligaba a callarse, a mirar a otro lado, hacerse el loco y pasar piola para seguir cobrando, pero él prefirió ser periodista ante todo. Sabía que se jugaba el pellejo pero lo hizo: informó lo que había sucedido y comentó la noticia de manera sobria, porque tampoco estiró mucho la cuerda.

Silenciar la denuncia, ocultársela a la ciudadanía o presentársela de manera sesgada es violar el derecho de los ciudadanos a estar informados con la verdad, es sentarse sobre la ética periodística, es un atentado contra la libertad en general, un ultraje a la democracia en última instancia.

¿Dónde están ahora los preclaros “defensores” de la libertad de prensa? Silencio cómplice. ¿Dónde están los ínclitos activistas de los derechos fundamentales? No se oye. ¿Dónde están los líderes políticos patriotas que luchan por la libertad y la democracia? Más mutis.

Los intereses de grupo pesan más que los principios y el billete más que los valores democráticos, éste es el statu quo actual, impuesto por una dictadura mediática digitada ideológicamente por las ONG de origen marxista y por el toledismo corrupto. Es el neomontesinismo sin Montesinos.

Beto Ortiz es una víctima más de esta dictadura que le impone la agenda al Ejecutivo, al Congreso y al resto del país mediante al chantaje: Si no haces lo que yo digo, te tiro encima mi red de diarios, radios y canales de televisión, te hago papilla.

Y como muchos de nuestros políticos, periodistas y líderes sociales (salvo honrosas excepciones) tienen rabo de paja y piensan más en la quincena que en la historia, se arrodillan y se someten dócilmente. Esto debe acabarse ya, pero ya.

Periodista y director ejecutivo del Instituto Paz, Democracia y Desarrollo (Ipades)

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