jueves, 17 de febrero de 2011

UN DINOSAURIO EN EL SIGLO XXI

Ronald Gamarra es un Dinasaurio Caviar del siglo XXI El funcionario de la ONG Instituto de Defensa Legal (IDL) y candidato toledista Ronald Gamarra viene deformando una propuesta para la reconciliación que hice hace poco sosteniendo de manera reiterada que estoy promoviendo una “amnistía” para el Grupo Colina y para Abimael Guzmán. La mala intención política es evidente: pretende dañar mi candidatura al Congreso y también perjudicar a Fuerza 2011. Miente, lo que he propuesto es reflexionar acerca de la necesidad de llegar a la reconciliación entre las víctimas directas e indirectas de la guerra terrorista que aún sufrimos los peruanos. Mi iniciativa obedece a una realidad que no podemos evadir, que es el resentimiento que sienten hacia la sociedad los padres, hermanos e hijos de quienes fueron reclutados por el terrorismo cuando tenían 15, 16 o 20 años, y que hoy cumplen largas condenas pero están arrepentidos de sus crímenes. Con ese mismo resentimiento viven los padres, hermanos, hijos, sobrinos, etc., de militares y policías combatieron al terrorismo siendo muy jóvenes, reclutas de 17 o 18 años de edad, subtenientes, tenientes o capitales de 22, 23 o 28 años, que están hoy procesado o detenidos por delitos que cometieron en aquella lucha, y que también están arrepentidos. Son dos grupos numerosos de peruanos que viven enfadados con el resto de la sociedad porque están convencidos de que sus seres queridos señalados, presos o procesados también son o han sido víctimas de la guerra. Ellos se sienten rechazados injustamente por la sociedad, lo cual daña la fraternidad que deben existir en toda nación que anhela a vivir en paz. ¿Qué hacemos con el problema, lo ignoramos o lo resolvemos? Yo propongo discutirlo en el Congreso, si soy elegido, con buena fe, con ánimo de reconciliación y de concordia. Es lo que he propuesto, nada de amnistías. Pero hay que hacerlo encarando las enormes injusticias que sufren las víctimas del terrorismo, que son doblemente víctimas. Primero les arrancaron a sus seres queridos, o los mutilaron, y después los criminales han sido “reivindicados” en la historia oficial como principales víctimas del baño de sangre que padecimos. Para mayor agravante, el estado democrático, en lugar de atender primero las necesidades de las víctimas del terror, decidió darle prioridad al pago de reparaciones para los familiares de los terroristas muertos o abusados. Los policías y militares fallecidos tampoco son reconocidos, y los que sobrevivieron son perseguidos como si fuesen miembros de una organización criminal, procesados sin las garantías del debido proceso, tratados peor que terroristas, negándoseles inclusive los beneficios penales más elementales. Hay una inmensa montaña de injusticias acumuladas contra las víctimas del terror. Debemos resolverlas para avanzar hacia la reconciliación. No tengo duda de que los peruanos transitaremos por esa vía, que pasa por el perdón, tarde o temprano, para afirmar nuestra unidad nacional. Sigamos el ejemplo de Sudáfrica, donde el líder de esa nación, Nelson Mandela, perdonó a quienes lo encarcelaron durante 27 años, vejándolo, torturándolo y humillándolo durante su cautiverio. Mandela perdonó porque entendió que es necesario enterrar el odio para unir a una nación dividida. Solo pidió verdad a cambio del perdón, y fue así como Sudáfrica pudo conocer todo lo que ocurrió en la era oscura del Apartheid, para cerrar luego sus heridas renunciando al rencor y a la venganza. En nuestro Perú, en cambio, hay quienes, como Ronald Gamarra, predican “ni olvido, ni perdón”, lema que nos insta a vivir el resto de nuestras vidas guardando resentimiento y afán de revancha en nuestros corazones. Gamarra rechaza mi iniciativa porque pregona la vendetta, en particular contra los policías y militares, desfigurando y ofendiendo así una causa tan noble como es la defensa de los derechos humanos. Me acusa, con hipocresía, de que quiero liberar a “terroristas asesinos”, después de que él, Alejandro Toledo y Diego García Sayán promovieron e instituyeron las políticas que abrieron las puertas de la cárcel a miles de terroristas avezados que jamás se arrepintieron. Gamarra pide a gritos que siga el castigo para los arrepentidos, pero no protesta ni se indigna cuando son excarcelados terroristas que vuelven a las andadas fanáticas. Él sí perdona a los avezados. Para éstos sí acepta indultos, sí exige debido proceso, plazos procesales estrictos; y acepta penas blandas. Ronald Gamarra jamás tendrá la extraordinaria dimensión humana, ni la grandeza espiritual, de Nelson Mandela. Hay un abismo inmenso de diferencia entre ambos. Por eso el ex procurador no entiende el valor del perdón. Si es que en el fondo de la personalidad de Gamarra anidara tal vez un hombre noble, debería hacer un esfuerzo para despertarlo. Tal vez así logre liberarse del espíritu mezquino y vengativo que gobierna hoy su mente y su alma. Abrigo la esperanza de que así sea. “La raíz de todos nuestros problemas se encuentra en nuestro interior. El odio es la primera causa de todos nuestros sufrimientos, de los errores y fracasos; es como un cáncer que corroe el alma. Debemos aprender a perdonar”. (Nelson Mandela) PD: Este Artículo lo escribió mi candidato al congreso número 35 de Fuerza 2001 por Lima, Víctor Robles Sosa me fue enviado a mi correo y fue publicado en el diario La Razón

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