sábado, 5 de octubre de 2013

EL TEMA DE LA RECONCILIACIÓN NACIONAL

  Nunca antes en nuestra historia los peruanos nos habíamos sentido tan unidos como lo estuvimos frente a la agresión terrorista de Sendero Luminoso y el MRTA. Campesinos, policías y militares; obreros y empresarios, ricos y pobres, blancos, cholos, indios, negros y chinos, todos nos unimos  en defensa de la libertad, la vida y la democracia.
En la guerra de la independencia el pueblo mayoritariamente mestizo e indígena dividió sus simpatías entre el bando realista  y el patriota criollo. Y en la Guerra del Pacífico, nuestra nación estuvo tan desarticulada que el ejército chileno recibió a su paso la adhesión de grupos de indios, negros y chinos.
Lo más parecido a la unión que se forjó contra el terrorismo fue la resistencia a la ocupación chilena en la Batalla de Lima. Combatieron juntos militares, magistrados, comerciantes, artesanos, maestros, estudiantes, ancianos, hombres, mujeres  y niños, en defensa de la patria.
En 1992, cuando se produjo la captura de Abimael Guzmán, el Perú entero estaba unido contra el terror. Los campesinos ayacuchanos habían expulsado de sus tierras a Sendero, Pedro Huillca los había echado del gremio de Construcción Civil, María Elena Moyano los confrontó en Villa el Salvador, Pascuala Rosado en Huaycán, y muchos otros líderes populares hicieron lo mismo.
El entierro de María Elena, fue la mayor manifestación popular de repudio al terrorismo. Y la marcha por la paz de Miraflores convocó a una enorme multitud de todos los estratos sociales.
Por eso el 12 de septiembre, al ser capturado el genocida, la gente salió a las calles de júbilo, muchos lloraron de emoción y felicidad.
Qué diferencia con lo que hemos visto hace unos días, al cumplirse 21 años de la efemérides: Silencio oficial, ni una reflexión del presidente de la república o el presidente del Congreso. Tampoco hubo nada en las escuelas ni universidades, ni escuchamos a nuestros líderes democráticos: Ni Alan García, ni Lourdes Flores, ni PPK, ni Luis Castañeda, etc. ¡Cómo queremos entonces que nuestro pueblo tenga una conciencia de rechazo al terrorismo!
Esta realidad ha sido el peor legado de la CVR, ésta politizó la victoria sobre SL y el MRTA para dividirnos. Nuestros líderes cayeron en ese juego, y en su error han privado a nuestro pueblo de su victoria, que también es de ellos, al permitir que sea borrada de la memoria colectiva.
La estrategia de la izquierda, ejecutada por la CVR, consiste en reducir el conflicto a tres hechos: El Frontón, Barrios Altos y La Cantuta, y la captura de Abimael Guzmán. El primero para perseguir al Apra, los otros dos para eliminar al fujimorismo, y el tercero para ocultar la esencia popular de la victoria.
“Divide y reinarás”: Disfrazada de abanderada de la lucha anticorrupción y los DDHH, la izquierda nos engañó y obtuvo carta blanca para reescribir la historia, tomar el control de una parte del sistema de justicia y  capturar los organismos públicos de cooperación internacional.
Quienes resistieron al terror fueron así enfrentados cuando debieron unirse para consolidar la democracia. Esta es la reconciliación pendiente, la que el país espera, la que reivindicará a los mártires de AP, el PPC, el APRA, Fuerza Popular, a los dirigentes populares que murieron abandonados a su suerte por la izquierda, como Pedro Huillca o María Elena Moyano; a los gobiernos democráticos que forjaron a la victoria. Todos cometimos errores, pero es hora de voltear la página y unirnos.
Fernando Belaúnde enfrentó el problema, primero con la policía, después con las FFAA; jamás le hizo concesiones al terrorismo, puso en su sitio a los traficantes de DDHH al darse cuenta que sus operadores eran activistas promotores de la lucha armada, y su gobierno denunció a muchos policías por delitos contra campesinos.
Alan García tampoco concilió con el terrorismo, lo enfrentó con mano firme el motín en los penales de 1987, cesó a altos jefes militares por excesos cometidos por las tropas, inició el apoyo a los comités de autodefensa en el campo y creó el GEIN que capturó a Guzmán.
Alberto Fujimori comprometió a todo el estado en la lucha, armó a los comités de autodefensa, fortaleció al GEIN, retomó el control de los penales y las universidades públicas, impuso una legislación que aseguró la captura y un rápido juzgamiento y condena para los cabecillas terroristas.
La victoria fue un proceso. No le pertenece a un solo gobierno sino a todos, a la nación en su conjunto, porque el pueblo también fue protagonista. Por eso es hora de reconciliarnos en la verdad y en gratitud a nuestros mártires y héroes, uniformados y sin uniforme.
La CVR ocultó esta realidad o la torció, recogió solo el punto de vista interesado de la izquierda que  justifica el terrorismo. Los demócratas nos quedamos con la victoria de nuestro pueblo, de la democracia, que constituye la única verdad.

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