Opinión de Valentín Gazzani Bosworth
Tal parece que abril es siempre funesto para el Perú. Anuncia hitos que nos marcan para siempre. Esta vez han sido equiparados los genocidas con el presidente de la República que los derrotó en todos los ámbitos, sea el político, social o militar.
Lo que resulta más aberrante es que, al margen de favorecer al terrorismo y a que pronto veremos por las calles a Víctor Polay y Abimael Guzmán, convertidos en jefes de partidos políticos, los caviares políticamente correctos han confirmado su odio al progreso económico del Perú, favoreciendo los intereses de Chile, país al que admiran y donde son bien acogidos.
Estamos advertidos y prácticamente en peligro de volver a lo vivido, con asesinatos selectivos y bombas por las calles, que nadie se atreverá a enfrentar y con el colapso económico que propician las ONG defensoras del terrorismo para que puedan recibir plata del exterior o si fuera imprescindible, hasta del narcoterrorismo.
Se podría argumentar que el actual gobierno estuvo haciendo las cosas bien, que tiene experiencia política, que no es tonto para dejarse usar y tantas otras consideraciones, pues este último tercio del mandato aprista le está resultando bastante caro al país.
Resulta que los anunciados planes de estímulo, nivelación de salarios de policías y soldados, compra de equipamiento para las Fuerzas Armadas e incremento de los recursos para producir energía están quedando en nada, debido probablemente a la influencia nefasta que tienen ahora los caviares dentro del gobierno aprista que lo ponen contra la pared, lo que puede llevar al ocaso del partido político fundado por Haya de la Torre.
Lo señalado viene a colación por la sentencia que pesa sobre Alberto Fujimori, con que se ha juzgado no solo al personaje, sino también al sector ciudadano que cree y creyó que por fin el Perú dejaría atrás sus males seculares para enrumbar hacia la modernidad y el desarrollo. A estos peruanos, empresarios, grandes, medianos y pequeños, profesionales de toda índole, propietarios, pensionistas y gente humilde, se les ha dicho NO, a lo que aspiran no es políticamente correcto.
Lo correcto es recibir dádivas de afuera para que los magníficos dirigentes políticos y sociales caviares vivan sin sobresaltos, dirigiendo la vida y actividad de los sumisos y sometidos.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) está debilitada. Mirando hacia atrás, a partir de este último tercio de su gobierno vemos que repiten errores y equivocaciones anteriores. Siendo, como siempre ha sido, un gobierno “enunciativo” y poco pragmático, por no tener personal especializado en el manejo de la actividad económica, necesitan y se valen de terceras personas.
A veces aciertan en el enunciado, como por ejemplo en plantear planes de estímulo ante la crisis internacional, pero el MEF demora su ejecución, sea por temores infundados, por presiones externas hacia el ministro o porque, simplemente, no logran ejecutarlo. Estamos a mediados del cuarto mes del año y aún no salen a la luz. Así hay varios ejemplos.
Mas afortunadamente el sector privado no se detiene y éstas son las obras que “inaugura” el Gobierno, aunque de los tres servicios básicos de su responsabilidad, como son salud, infraestructura y educación, este último sector ha hecho que el sistema educativo peruano avance hacia la modernidad, como nunca ha ocurrido en los 188 años que llevamos de República, pero la tentación demagógica de regalar la ayuda a la población más pobre en lugar de enseñarles a valerse por sí mismos (tal cual lo hace el programa “Sembrando” de esta misma agrupación) no ceja en las alturas del poder político, lo que trae como consecuencia que, poco a poco, paso a paso, el caviaraje vaya copando al Gobierno y terminará por imponerle su voluntad, no desconociendo aquél que esta banda de traidores al Perú se le irá encima una vez que acabe su mandato.
Debido al déficit político y económico que acarrea desde su primer gobierno (no olvidemos que el 2006 fueron elegidos por ser el mal menor, con apenas veintitantos por ciento en la primera vuelta), el APRA, como ente social demócrata, ha debilitado lo que debió ser su legado histórico, dejar una patria grande, fuerte y poderosa, tanto así que estamos viendo surgir nuevos liderazgos en el espectro político.
A la izquierda están y estarán los de siempre, el centro es variopinto, con la bisagra caviar operando hacia la izquierda radical o hacia el centro o el centro derecha, según soplen los vientos. Lo que no existe desde que Leguía acabó con ella es una derecha política coherente que adscriba pueblo y fuerza armada.
Porque quienes heredaron esa simbología fueron los capitanes de empresa que insurgieron en las décadas de 1930 a 1970. Velasco acabó con todo eso y durante el primer gobierno aprista dio sus últimos aleteos. Hoy existen empresarios peruanos que son distintos a los anteriores en su relación respecto del poder político.
Ahora bien, a pesar de los esfuerzos de algunos, formar una agrupación que personifique el significado “derecha”, con líderes ad hoc y pueblo que se sienta identificado en este sector del espectro, es tarea harto difícil o casi imposible a estas alturas de la historia peruana.
Derechas configuradas en América del Sur solo existen en Brasil y Chile. En EE.UU. y Canadá tienen tradición de siglos aunque, a veces, como ocurre por algún tiempo en EE.UU., el partido Republicano tiende a perder poder político por veinte o treinta años para recomponerse y volver a la palestra. Mientras que, así como en la década de 1920 Leguía acabó con el poder político de la derecha peruana, así sucedió también con la mexicana y la argentina.
A la primera la eliminó la revolución mexicana y a la segunda lo hizo el peronismo (con la consecuencia caótica que ahora vemos de una gran Nación convertida en republiquita del tercer mundo).
Brasil y Chile sí han logrado mantener la trilogía viviente en su espectro político: izquierda, centro y derecha.
Con su vigencia logran un cierto grado de estabilidad y continuidad que le permite establecer verdaderas políticas de Estado. De allí su preeminencia a pesar de ser países tan disímiles en tamaño y estructuras.
Hoy quizás existe en el Perú el germen de una derecha popular imbricada en el fujimorismo que salió fortalecido con el reciente juicio antihistórico, porque, si no fueran ellos, ¿a cuánta gente podrían juntar en las plazas públicas el PPC, AP y Perú Posible? No es creíble que Castañeda se deje embarcar con el cuento de la “unidad”. No confundamos partidos de “elite” (que en Europa serían el equivalente a los “monárquicos”, aunque en el Perú no existe propiamente una elite calificada) con partidos políticos de derechas, los cuales tienen un mensaje y una propuesta cívica determinada, en la que se siente bien representado cierto sector de la ciudadanía, cuyo anhelo es preservar lo ganado y sus propiedades en vivienda, micro-empresa y oportunidades de trabajo.
En conclusión, el Poder Judicial ha certificado la existencia del fujimorismo como ente fundamental de la vida política peruana del siglo veintiuno, conjunción que tendrá partidarios y detractores, gonfaloneros y adversarios, en la lucha por el poder. Lo que sí se puede predecir en esta etapa de su desarrollo es que el fujimorismo no es pro-chileno ni pro-caviar, de modo que deberá soportar ataques furibundos de mucha prensa y los políticos que tradicionalmente han ejercido el poder en el Perú, sea en el gobierno o desde la oposición.
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